martes, 15 de octubre de 2013

farsa del empresario, el cura y la vedette

farsa: obra teatral en la que sus personajes se comportan de manera extravagante y extraña y que sirve de relleno ("farcire") dentro de la obra principal.


En este caso la obra principal es la apropiación del monasterio de Rioseco por un empresario que ya ha ocupado varios pueblos, iglesias, montes, caminos, fincas que no son suyas, fuentes, rios y arroyos. En esta obra, otro de sus protagonistas es el señor cura. No podía faltar.

La farsa que representan aquí sirve para degustar unos quesos que probablemente no huelan, cosa rara, pues el señor industrial que los fabrica parece tener mucho interés en que se sepa que no huele en el gran pabellón industrial en el que tiene a sus cientos de cabras, todas ellas con los cuernos cortados (esto debe ser la última tendencia de la ecología y la ecosostenibilidad del complejo bacteriano japonés B35J).

Cosa curiosa es que cuando se grabó este programa, en el mes de julio, todavía no había voluntarios trabajando en el monasterio, pero se les puede ver en la grabación. Al parecer para que quedase más real llenaron el monasterio de extras que representaban a los auténticos voluntarios que acudirían algunas semanas más tarde.




 














Resulta cómico escuchar las explicaciones ecosostenibles e inodoras del señor empresario al que vemos sentado entre sus cabras paciendo libremente en el monte. Es cómico porque esto sólo lo deben de hacer cuando salen en la tele, ya que lo habitual es que estén encerradas dentro de un pabellón en el que, eso sí, huele a rosas. Quienes realmente trabajan en la fábrica de queso, se ocupan de las cabras y viven a un paso de ellas, padecen sus olores día y noche. Estos casi ni aparecen en la farsa. Se les ve un poco y de lejos.

El señor empresario habla de devolver a la naturaleza lo que le hemos robado. A ver cuándo nos devuelve lo que nos ha robado a todos: caminos, ríos, fuentes, montes...

Es cómico que presuma de haber plantado 120.000 árboles en una tierra en la que salen solos y a veces hay que cortarlos porque hay demasiados. También es cómico que presuma de cuidar 500 hectáreas de monte. Se ve que para eso las tiene cerradas con un vallado metálico de 2 metros de altura: para cuidarlas mejor y que no entre nadie a ensuciárselas.

Es grotesco que este señor, que en los últimos años ha recibido casi un millón de euros (SI, UN MILLÓN) en subvenciones con dinero público (SI, DE TODOS), diga con desparpajo que "otra forma de vida es posible" y que se puede volver al campo. El caso es que los demás nos tendremos que ir porque este señor necesita todo el campo para él solo y su familia. Hace diez años cerró con un vallado casi mil hectáreas de monte (SI, MIL HECTÁREAS) con pueblos, iglesias, caminos públicos, ríos, fuentes... todo esto para él solo. Otros dos o tres más que vengan con su filosofía y los demás ya podemos ir marchando hacia Lampedusa...

En esta farsa, el papel del cura es de segundón. El empresario en un momento dado de su interpretación nos explica cómo es el cura y todo lo que hace para que las gentes del entorno sepan valorar su patrimonio. Al parecer hasta que no llegó este salvador del patrimonio nadie se había preocupado antes por él.